En el ecuador de nuestro mandato como Comité Ejecutivo de la Asociación Española de Pediatría (AEP), no resulta sencillo resumir en unas líneas la actividad desarrollada en estos 2 años, ni trasladar las emociones vividas en un periodo que, profesionalmente, estuvo marcado en su inicio por la situación de pandemia y, después, por un lento regreso hacia una normalidad que no ha sido tal, entre otras cosas, por el proceso de debilitamiento del sistema de salud que nos ha dejado como secuela y que ha profundizado todavía más en las carencias previas.
Antes de cerrar el pasado ejercicio, hacíamos balance anunciando que, a la pediatría, por lo que nos corresponde, pero en general a toda la profesión médica, le había llegado la hora de actuar. Y, transcurridos los primeros meses de 2023, estamos plenamente convencidos de ello y enfocados hacia este objetivo: ¡sí, es la hora! Los tiempos que corren nos exigen coraje y compromiso para hacer frente a la complejidad de la situación profesional y asistencial que marca nuestro día a día, y gana terreno entre nuestras preocupaciones como pediatras.
Llevamos muchos años llamando la atención sobre el papel crítico de la atención primaria para el sostenimiento y buen funcionamiento de nuestro sistema público de salud, y advirtiendo de la importancia capital del reconocimiento de las especialidades pediátricas para garantizar la calidad y seguridad de la atención pediátrica. Lamentablemente, hemos atestiguado el progresivo empeoramiento de unas situaciones que, a nuestro parecer, han tocado fondo y no pueden, ni deben, mantenerse por más tiempo.
Tras años de dejación institucional sin atender a las advertencias reiteradas de los profesionales sanitarios y de las sociedades científicas que los representan, ni implementar medidas paliativas efectivas, el problema larvado de la asistencia pediátrica en atención primaria ha estallado en diversos territorios del país, donde se han sucedido las movilizaciones. El pediatra tiene clara su vocación de servicio a la salud de la infancia y adolescencia y, por ende, a la sociedad en su conjunto, y conoce sus obligaciones profesionales, pero también quiere conciliar, por lo menos en parte, su vida personal y familiar, reclama tiempo para formarse e investigar, demanda trabajar en condiciones dignas, y exige una remuneración acorde a sus competencias, capacidades y responsabilidades.
La AEP ha brindado un apoyo total a las reivindicaciones de los pediatras ante las adversas condiciones laborales en las que están desempeñando su actividad sanitaria1. Es la hora de alzar la voz ante los representantes de la administración, de la política y ante la sociedad en su conjunto, para reconducir una situación que consideramos inasumible. La pediatría está exhausta ante una presión asistencial insostenible y creciente, muchas veces por demandas no justificadas desde el punto de vista sanitario, y unos recursos materiales y humanos cada vez más escasos.
La respuesta no puede estar en tirar de nuevo de la motivación y el compromiso de los profesionales. Los sanitarios no somos chicles. O se adecua la demanda asistencial y se refuerza el sistema público dotándolo de nuevos recursos, o asistiremos al colapso del primer nivel asistencial y del resto de niveles por extensión, debido a la escasez o ausencia de nuevas incorporaciones ante su falta de atractivo profesional o por el incremento de fenómenos como el de la renuncia de compañeros que prefieren abandonar su plaza o solicitar la jubilación anticipada.
La promulgación del Real Decreto que regula las especialidades médicas y las áreas de capacitación específica (ACE)2 ha sido, por otro lado, un freno para nuestras aspiraciones en el camino para el reconocimiento de las especialidades pediátricas, una vez que hemos constatado que los requisitos que exige la normativa son complejos y difícilmente realizables.
No hay tiempo para el desaliento. Lejos de disuadirnos, los retos que tenemos por delante nos estimulan a seguir plenamente activos y a trabajar con más fuerza, si cabe, en pro del interés de nuestros asociados y en la defensa de la pediatría y de la salud de nuestros niños y adolescentes.
2023 es año electoral y, como tal, de nuevas propuestas y de promesas electorales. La AEP no ha desaprovechado la oportunidad de elevar la voz a través de una carta abierta en la que se condensaba la inquietud de nuestro colectivo por el impacto de esta situación sobre la calidad de la asistencia a la salud infanto-juvenil y se planteaban vías de mejora a los responsables de los programas sanitarios de todas las formaciones políticas que han concurrido a los comicios autonómicos. Lo haremos igualmente cuando se convoquen las elecciones generales3.
Creemos que una asistencia pediátrica mejor es posible, pero urge armonizar diversas fuerzas y propiciar un cambio sociocultural de grandes proporciones. Es hora, por ejemplo, de poner freno a la cultura de la inmediatez que se vendió a los usuarios en los periodos de expansión y bonanza económica, y de exceso de profesionales médicos inactivos, que aceptaban condiciones laborales y retributivas inasumibles en el momento actual de oferta y demanda. No se puede mantener esta inercia por incómodo e impopular que resulte. Hay que impulsar la concienciación para un buen uso, y evitar el abuso, de los recursos sanitarios.
Estamos trabajando también en incrementar nuestra capacidad de diálogo e influencia como interlocutores válidos ante las administraciones. Uno de nuestros objetivos prioritarios es ser reconocidos como institución asesora en la toma de decisiones relacionadas con la salud infanto-juvenil. Un ejemplo de diálogo institucional impulsado desde la AEP ha sido la reunión sobre el calendario de vacunas celebrada con los representantes de las direcciones de Salud Pública a nivel autonómico, en el marco de las XIV Jornadas de Vacunas que se desarrollaron en Ourense4.
Estos 2 primeros años de mandato nos han permitido, por otra parte, profundizar en el conocimiento de la asociación, de sus asociados y de las necesidades de ambos, así como entender el contexto en el que opera nuestra organización. Se han consolidado líneas de trabajo y acometido algunos cambios, como favorecer una mayor información y transparencia sobre nuestra actividad a través de una comunicación constante con nuestros socios y con las sociedades que integran la AEP, a fin de que conozcan en todo momento en qué áreas estamos trabajando. Y, al mismo tiempo, queremos ser más eficientes, con un aprovechamiento máximo de las sinergias existentes con nuestras sociedades regionales y especializadas, que son parte primordial y esencial de nuestra asociación.
Seguimos impulsando el desarrollo de la tecnología y la adquisición de competencias digitales en los ámbitos de gestión, formación y comunicación, como vías que nos permiten mejorar nuestro desempeño y dar respuesta a los socios de forma ágil y efectiva a través de las diferentes plataformas online de la AEP.
Otra prioridad del comité ejecutivo es brindar apoyo constante a la actividad de los grupos de trabajo, comités y plataformas de la AEP, cuya labor resulta clave para nuestro avance y reconocimiento como sociedad médico-científica. Sirvan también estas líneas para agradecer su colaboración a todos los socios que participan activamente en ellos.
La AEP continuará explorando los retos actuales y analizando formas de mejorar la situación a la que se enfrenta la pediatría y la asistencia pediátrica. Lo haremos con el mejor ánimo y con la mejor disposición al diálogo y a la colaboración con los agentes sociales, educativos, económicos, sindicales y políticos, públicos y privados, abiertos a examinar alternativas y promover los cambios que requiere el sistema para garantizar la salud infantil y juvenil de forma equitativa y sostenible. Y lo haremos unidos y fortalecidos como colectivo, con el apoyo de todas las sociedades regionales, de las especialidades pediátricas y de todos los socios.
Sabemos cuáles son los problemas, conocemos las soluciones, ahora es el momento de actuar.
